Nadie dijo que el infierno ardería, nadie dijo que el amor existió, nadie dijo que volvería.
Pero creéis en mi, y aunque mi alma este marchita y mi corazón podrido,
tomad, es vuestro.
Todo lo que tengo amadlo y amamantandlo, como lo hicisteis antaño. Quiero cultivar las flores
que plantasteis en mi jardín y quiero que aquel temor por aquella oscuridad absoluta
se desprendan de mi.
Todo quedara en la nada, porque no quiero ni penumbra ni luz en mi alma desolada.
Cerrad vuestro corazón, y sentid con el alma aquel dolor que desgarro las paredes
de mi existencia.
Shotokan
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